Una operación de especulación urbanística, la construcción de un centro comercial en el parque Gezi de Estambul, ha encendido la mecha en Turquía. Lo que comenzó como una protesta ciudadana contra esta decisión gubernamental ha derivado en una serie de manifestaciones multitudinarias por todo el país. Su virulencia y duración ha sorprendido tanto al propio Primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, como a la mayoría de dirigentes occidentales. Con la guerra civil larvada en Siria y con muchos de los países de su entorno aún en plena efervescencia a raíz de la llamada Primavera Árabe, un nuevo foco de tensión en Turquía supondría un obstáculo considerable en el intento de devolver la estabilidad a la zona.
El Primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, líder del AKP
Cuando se preveía una posible extensión de las protestas a la Argelia de Bouteflika estas han estallado en Turquía. Aduciendo el talante pro occidental del país i el laicismo de parte de su población los expertos han desvinculado los hechos de Taksim de las revueltas árabes. Si bien es cierto que la situación económica de Turquía no tiene nada que ver con la existente en países como Egipto, Libia o Túnez, y a pesar de su vocación europeísta –expresada ya en 1963 con la firma del Tratado de asociación a la CEE– el país encara una encrucijada que puede transformar la geopolítica en la región.
Turquía se debate, desde la modernización del país llevada a cabo por Mustafá Kemal Atatürk en la década de los años veinte del siglo pasado, entre Oriente y Occidente. Nada extraño si tenemos en cuenta su situación geográfica a medio camino entre Europa y Asia. Por su deseo de formar parte de la Unión Europea, su tradición democrática y su crecimiento económico, las actuales manifestaciones anti gubernamentales se tendrían que equiparar con protestas como las ocurridas en las banlieus parisinas, el norte de Londres o los suburbios de Estocolmo. O sea, estallidos de violencia provocados por las desigualdades sociales, la marginalidad o arbitrarias actuaciones policiales. ¿Son estas las causas que se esconden detrás de las movilizaciones de Turquía?
manifestante antigubernamental en Estambul
Más allá de les reivindicaciones iniciales para frenar el proyecto del centro comercial en un espacio verde, las protestas en todo el país han derivado contra el autoritarismo de Erdogan y la represión ejercida por las fuerzas del orden. El grito Istifa (dimite) dirigido al Primer ministro no difiere nada del popular erhal (vete) que exclamaba la ciudadanía egipcia en la Plaza Tahrir contra Mubarak. Como en la mayoría de revueltas árabes las protestas se iniciaron por un hecho, a priori, poco trascendente. También como sucedió en el caso egipcio los manifestantes responden a un perfil transversal (estudiantes, ecologistas, gays, feministas, hinchas de fútbol, sindicalistas y nacionalistas turcos y kurdos). Otros elementos que homologan los sucesos de Turquía con los ocurridos en Túnez o Egipto serian la extensión de les protestas a todo el país, su persistencia y la política represiva ejercida por los respectivos gobiernos contra la ciudadanía.
Fuerzas policiales parapetadas en la Plaza Taksim lanza gas contra los manifestantes
Si bien el contexto socioeconómico turco muestra obvias diferencias con respecto al de los países protagonistas de la Primavera Árabe, es evidente que las movilizaciones contra Erdogan presentan múltiples similitudes con estas revueltas. Turquía refleja más que nunca su papel de bisagra entre el mundo islámico y la Europa occidental. Un equilibrio sostenido durante años por el Ejército, partidario del laicismo de la sociedad turca. La limitación de las libertades y la represión de las protestas del gobierno islamista moderado pueden poner en peligro su afán por integrarse en la UE a pesar de las reformas que han supuesto la abolición de la pena de muerte y el reconocimiento de los derechos del pueblo kurdo. La resolución de la crisis actual puede incidir, más allá del ámbito local, en la evolución política de la región. Si la bisagra se tambalea Taksim se puede convertir en una nueva Tahrir.