CHEMNITZ. LA OTRA ALEMANIA (I)

La muerte de un carpintero de 35 años durante una pelea en las fiestas de Chemnitz (Sajonia) ha originado un enorme revuelo en Alemania. La presunta implicación en los hechos de dos ciudadanos de origen sirio e iraquí de 23 y 22 años respectivamente —cuya identidad fue filtrada por un funcionario de Justicia de Dresde—, ha sido utilizada por la derecha populista y las formaciones neonazis para explotar su discurso anti inmigración que vincula a los refugiados y extranjeros con la delincuencia y el crimen organizado. El homicidio, aún en fase de investigación policial, fue instrumentalizado por la plataforma Pro Chemnitz y políticos del partido Alternativa por Alemania (AfD) para promover una campaña de rechazo a la presencia de extranjeros en el país. Pronto se organizó un acto de homenaje al fallecido en el que se mezclaron proclamas xenófobas, con cánticos neonazis y saludos romanos. Entre los centenares de asistentes a la concentración se encontraban diversos neonazis locales y seguidores radicales del Chemnitzer FC.

Manifestantes protestando ante la estatua de Karl Marx en Chemnitz el pasado 27 de agosto. Paradójicamente, el monumento clama por la unidad de acción de todos los trabajadores, indistintamente de su nacionalidad

EL USO DE LA XENOFOBIA COMO ARMA ELECTORAL

Uno de los primeros en aprovechar la coyuntura fue Markus Frohnmaier, diputado de AfD, quién desde su perfil en las redes sociales llamó a los ciudadanos a tomarse la justicia por su cuenta. Más allá del interés partidista de dichas invectivas, la formación de derecha populista —con la vista puesta en los próximos comicios— pretende consolidar su base electoral en la región, una de las más sólidas del país (en Sajonia AfD es la primera fuerza con un porcentaje que asciende hasta un 27%), fidelizando a sus votantes. Los resultados conseguidos en las pasadas elecciones federales, en los que el partido se aupó hasta la tercera posición sobrepasando a los liberales del FDP y situándose a poco más de 7 puntos de los socialdemócratas, fueron analizados en clave de voto protesta. La gestión de la canciller Merkel durante la crisis económica, sumada a la política de acogida de refugiados y la libertad de voto otorgada a sus compañeros de partido ante el proyecto de ley del matrimonio igualitario propuesto por el SPD (aprobado en junio de 2017) provocó que muchos antiguos votantes de la CDU decidieran castigar a la formación conservadora virando aún más hacia la derecha. El principal beneficiado fue, sin duda, AfD. Por ello ahora, la formación populista trata de conservar su preciado botín y consolidar su proyecto político, más aún si cabe tras la escisión que provocó su antigua jefe de filas, Frauke Petry, cuando a finales de 2017 abandonó la formación y creó Die blaue Partei.

Otro elemento que puede favorecer la estabilización del voto populista es la concreción de la Große Koalition, la alianza entre la CDU y el SPD, que puede ser percibida como un acto de supervivencia de la clase política tradicional, léase “casta” según sus críticos, y puede conllevar un desgaste para ambas formaciones. Como apunta en su análisis el historiador Timothy Garton Ash, la Grokoes negativa a largo plazo porque puede impulsar el voto a la derecha populista en detrimento, obviamente, de los socialdemócratas. Según él, una Gran Coalición de los principales partidos de centro-izquierda y centro-derecha tiende a fortalecer los extremos.

«Extranjeros fuera» reza la pancarta da las juventudes del NPD exhibida durante las protestas en Chemnitz

SAJONIA, EL FEUDO GERMANO ORIENTAL DE LA DERECHA RADICAL

Que la derecha populista cuente con unos buenos resultados en Sajonia no es casual. El otrora Estado libre, es uno de los ländergermano orientales que en 1949 quedó encuadrado en la antigua RDA. Durante su etapa comunista, Chemnitz fue denominada Karl-Marx-Stadt. Tras la reunificación en la década de los noventa, sus habitantes —como sucedió con buena parte de los territorios de la antigua Alemania oriental— empezaron a perder poder adquisitivo respecto a sus compatriotas occidentales. Los niveles de pobreza se incrementaban, el desempleo provocó la marcha de los más jóvenes (que se sumaba a las más de 750.000 personas que abandonaron la región tras la reunificación), los pequeños comercios echaban el cerrojo,… la percepción de agravio crecía entre una población que se sentía abandonada por la Administración del Estado, como si fueran ciudadanos de segunda. “Dejadnos en paz con vuestros refugiados e integradnos primero a nosotros” le espetó un manifestante a la ministra del gobierno regional Petra Köpping. Un grito que sintetiza el sentimiento que anida desde hace décadas en una parte importante de la población de Sajonia y se ha convertido en campo abonado para el crecimiento de fuerzas extremistas. Nada nuevo si conocemos la historia del país.

De hecho, Sajonia es junto a Mecklemburgo-Pomerania Occidental, los únicos estados en los que la formación neonazi NPD contaba con representación institucional. También en dicho landemergió Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (PEGIDA), un movimiento que organizó con cierto éxito de convocatoria marchas anti inmigración en Dresden. En 2015 llegó a reunir a 20.000 personas que exigían “deportaciones masivas inmediatas”, cuyo perfil, según un estudio de la Universidad Técnica de Dresden recogido en el libro La claveguera marródel politólogo Roger Suso, respondía a “hombre, de 48 años, de clase media, sin confesión religiosa, con estudios, con ocupación y con unos ingresos superiores a la media (…) afirmación identitaria y nacionalista, protesta antiestablishmenty frustración ante la unificación”.

marcha de PEGIDA en Dresden. Un manifestante lleva una pancarta con el lema «Señora Merkel. Aquí está el pueblo»

Sajonia fue también el centro de operaciones de Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU), la célula terrorista neonazi que actuó durante más de una década sin ser descubierta. Sus miembros protagonizaron una decena de asesinatos, quince atracos y dos atentados con explosivos. Su única superviviente, Beate Zschäpe, fue condenada en julio de 2018 a cadena perpetua por la Audiencia Territorial de Múnich. De hecho, Zschäpe y sus compañeros Uwe Böhnhardt i Uwe Mundlos, llegaron a esconderse en diversos pisos de Chemnitz donde residían neonazis locales para evitar ser detenidos. La misma ciudad en la que habían perpetrado su primera acción en diciembre de 1998, un atraco a un supermercado del grupo Edeka en el cual sustrajeron 30.000 marcos y se dieron a la fuga tiroteando un joven que les intentó perseguir.

 

HOYERSWERDA EN LA MEMORIA

Los sucesos acontecidos estos días en Chemnitz recuerdan a los pogromos que sucedieron en los años noventa en localidades como Rostock o Hoyerswerda. En esta última población de Sajonia en septiembre de 1991 un grupo de neonazis atacó a diversos vendedores ambulantes de origen vietnamita mientras gritaban “Alemania para los alemanes”, “Primero los de casa” o “Fuera de aquí”. Fue el inicio de diversos episodios violentos protagonizados por extremistas, jaleados por decenas de vecinos, como el ataque a un albergue donde residían trabajadores mozambiqueños, el lanzamiento de piedras y cocteles molotov contra un bloque de apartamentos donde se hospedaban solicitantes de asilo, enfrentamientos con la policía, etc. El balance fue de 32 personas heridas y 83 detenidos.

Durante los incidentes el gobierno local evacuó en autobuses a 230 personas procedentes de Rumania, Vietnam, Bangladesh e Irán que fueron reinstaladas en una base militar, mientras decenas de trabajadores extranjeros abandonaban la ciudad por el temor a ser agredidos. Aquello fue considerado por la ultraderecha como una victoria. Algunos residentes, al ser entrevistados por los medios de comunicación, manifestaron que la suya era una ciudad “libre de extranjeros”. En los procesos judiciales posteriores tan solo se emitieron tres condenas por agresiones.

La policia bloquea el paso en las calles de Hoyerswerda en 1991

El gobierno local trató de reducir la incidencia de los neonazis en la ciudad, que pasaron a marcar un perfil más discreto producto de la presión policial. Muchos de ellos hallaron refugio en las gradas del entonces denominado Stadion an der Gellerstraße, el actual Community4you Arena.

Sin embargo, en el año 2006 los fantasmas del pasado volvieron a resurgir cuando los Jungen Nationaldemokraten, la rama juvenil del NPD, organizó una manifestación en recuerdo de los disturbios ocurridos 15 años antes. 200 militantes neonazis recorrieron las calles de la ciudad para “devolver el honor” a los autores de “insurrección contra los extranjeros”.

El racismo y la xenofobia, por tanto, son recurrentes en la región a pesar de que los extranjeros representan el 4,4% de la población que vive en Sajonia (poco más de 4 millones de personas), uno de los porcentajes más bajos de Alemania. Ahora tras casi tres décadas reaparece en Alemania oriental vinculado, paradójicamente, a la muerte de un joven alemán de ascendencia cubana.

La verdadera victoria de los extremistas es haber logrado abandonar su inicial marginalidad para marcar, incluso desde las instituciones, la agenda política del país contando, además, con el beneplácito de parte de la ciudadanía que aplaude sus acciones. Ante la inacción de los partidos tradicionales parte de la población ha encontrado en formaciones como AfD una alternativa. Algo parecido sucedió durante el periodo de entreguerras, cuando la República de Weimar víctima de la crisis económica producto de la postguerra se hundió favoreciendo el ascenso de propuestas radicales como el nacionalsocialismo.

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