WANDERVOGEL. LA EMANCIPACIÓN DE LA JUVENTUD GERMANA COMO PRECEDENTE DE SU ENCUADRAMIENTO BAJO EL III REICH (I)

A inicios del siglo XX eclosionaron, con mayor emfasis en Gran Bretaña y Alemania, diversos movimientos juveniles como reacción al militarismo y al industrialismo creciente en la sociedad. Su aparición fue altamente significativa en el caso de la Alemania imperial a tenor de la rígida estructura patricarcal, heredada de la educación prusiana, de la burgesia nacionalista autóctona. Aquella que no concedía a sus jóvenes las prerrogativas de libertad de las que gozaban sus homónimos británicos. Una privación que provocó arduas tensiones en las relaciones paterno-filiales representadas, en el caso que nos ocupa, por los wandervogel.

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logotipo de los wandervogel

STEGLITZ. LOS ORÍGENES DE LOS PÁJAROS ERRANTES

En este convulso contexto, a caballo entre los siglos XIX y XX, surgieron los wandervogel (pajaros errantes), nombre inspirado en un poema del filólogo germano Otto Roquette. Su concreción ofreció una válvula de escape idónea a aquellos jóvenes alemanes que deseaban evadirse de un régimen que les oprimía. Haciendo gala de su nombre organizaron marchas, excursiones y encuentros campestres de todo tipo. Como ellos mismos manifestaban: “la esencia de los wandervogel es volar desde los confines de la escuela y la ciudad a un mundo abierto, alejado de los deberes académicos y la disciplina de la vida cotidiana en una atmósfera de aventura”. O lo que es lo mismo, romanticismo y espíritu de aventura a raudales.

Todo comenzó en la primavera de 1896 en la escuela secundaria de Steglitz, una localidad situada al suroeste de Berlín. Allí fue donde Herman Hoffmann Fölkersamb, un joven estudiante que compaginaba sus quehaceres con el ejercicio de la docencia a media jornada, fundó una asociación estudiantil, los citados wandervogel, justo en la escuela primaria donde trabajaba como profesor. Su principal actividad fueron las citadas salidas campestres, excursiones –como las organizadas a la Selva de Bohemia– en las que Hoffmann y sus pupilos pasaban el día canturreando alrededor de una hoguera. Además de las marchas y el deporte también organizaban bailes folklóricos y declamaciones de poemas. Incluso disponían de una publicación propia, Schülerwarte (El observador escolar). Tal fue su popularidad entre la juventud que en 1900 se estructuraron como una entidad de carácter nacional exclusivamente masculina (las mujeres no fueron admitidas hasta la creación de la organización femenina Wandervogel Deutscher Bund). Tan sólo un año después, coincidiendo con la marcha de Hoffmann a Estambul, Karl Fischer asumió el liderazgo, ostentando el título de Oberbachant, creando a la par un grupo de jóvenes oficiales llamado Ausschuss für Schülerfahrten (Comité de viajes de estudiantes).

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Herman Hoffmann, promotor de los Wandervogel

LIBERTAD UNIFORMADA, JERÁRQUICA Y MARCIAL

De la mano de Fischer el movimiento sufrió un proceso homogeneizador. Sus miembros, fácilmente distingibles por su vestimenta (pantalones cortos, camisa, pañuelo anudado al cuello, botas de clavos, impermeables, gorra de visera o sombrero e insignias) –alejada del uniforme de los boy scouts o del posterior paramilitarismo de los jóvenes del partido nazi– rendían obediencia ciega al líder. Con todo, los wandervogel seguían proyectándose como un fenómeno liberador, a pesar de su estricta estructura jerárquica, que albergada el anhelado espíritu rebelde romántico que muchos jóvenes ansiaban. Rechazando la monotonía de la vida urbana abrazaron un misticismo espiritual interior. Así, la vida sencilla se convirtió en el eje de las actividades de los wandervögel. Cual anacoretas rurales estos pájaros errantes gozaban de sus expediciones, de cocinar en un fuego de campo o dormir en tiendas de campaña o graneros. Todo ello aderezado por la interpretación de viejas baladas al son de guitarras y laúdes, en lo que supuso el renacimiento de la canción folklórica germana.

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un animoso grupo de wandervogels guitarra y laúd en mano

Los wandervogel se articularon en pequeños grupos, que no superaban la decena de miembros, comandados por la figura de un líder, puesto que habitualmente recaía en el integrante de mayor edad. A pesar de que en sus inicios carecían de una estructura formal, pronto se expandieron a ciudades como Berlín, Lüneburg, Heidelberg, Hannover o Breslau gracias a diversas células locales organizadas por ciudades y provincias. Las edades de sus asociados rondaban entre los 12 y los 19 años, dado que los menores no aguantaban la severidad de las marchas y los mayores, una vez alcanzada la veintena, solían abandonar el movimiento para cumplir el servicio militar o dedicarse plenamente a sus estudios.

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